20 abril, 2010

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE LA CATEDRAL DE PUNO

Puno es uno de los monumentos a la impresionante capacidad del ser humano andino para ocupar espacios, que para otros ámbitos serían simplemente inelegibles para vivir. Está a más de 3 600 m.s.n.m. en una pequeña bahía sobre esa maravilla natural que es el lago Titicaca. Sus habitantes aprendieron desde milenios atrás a conseguir hacer de una naturaleza poco amable, un verdadero vergel de diversas especies vegetales. La llegada de los españoles implicó la intrusión de varias expresiones culturales nuevas, entre ellas el catolicismo. La catedral puneña es una magnífica muestra del barroco andino y aquí les dejo algunas fotografías tomadas hace poco. (Todas las fotografías: Jorge Bedregal La Vera)



Imponente fachada principal de la catedral de Puno

Una muestra del barroco andino en lo trabajado del frontis

Dios con el orbe en la mano

Santiago "Mata Indios". Nótese la serpiente a sus pies y la "cabeza parlante" tan presente en la iconografía prehispánica

Hiératica expresión de apóstol en el frontis catedralicio


El felino andinizado en forma de puma con florituras en el hocico


El apóstol de la pluma


Interesante ángel de expresión infantil y virilidad expuesta

Colorido Santo Domingo adornando el techo de la nave central


Bello aldabón en la puerta principal


Interesantes perspectivas en los contrafuertes centenarios

Santo presente en la puerta lateral de la catedral


Campanario izquierdo del templo


Pila de agua bendita y sobria entrada al baptisterio en el interior del templo

12 abril, 2010

TROVA Y GLOBALIZACIÓN

Pedro Aznar es un referente obligatorio para entender la nueva canción latinoamericana. Las composiciones y el incesante trabajo musical de este gigante argentino es uno de los momentos melódicos más entrañables de la historia musical en castellano. Esta canción, que mi hijo con sus cortos tres años canta a voz en cuello y exije cada vez que se trepa al coche, está en un lugar preferente en mi imaginario trovadoresco. Les dejo esta preciosa interpretación, fíjense en la letra y la decidida denuncia contra las perversiones de la globalización

07 abril, 2010

DEJAD QUE LOS NIÑOS CORRAN DE LOS CURAS

Algunos conservadores y beatos han salido con el pie en alto a repartir golpes por doquier apanicados por las serias denuncias que se han hecho recientemente contra las máximas autoridades eclesiales católicos, Papa incluido. Afirman que hay una campaña orquestada por alguna oscura logia que ha decidido desprestigiar a la institución y atacar la cuasi santa figura papal. Pero hasta ahora y a pesar de la tibiona carta de Benedicto, no hay un pronunciamiento oficial acerca de una petición de perdón institucional por la serie de maltratos denunciados y demostrados en contra de niños y niñas a lo largo del planeta y que no es una oleada tipo tsunami de los últimos días, sino que se vienen acumulando desde hace muchas décadas ante la total indiferencia de la propia cúpula de poder eclesial. Dice el cardenal limeño, impresentable en su facista actitud, que la cabeza de la iglesia católica no sabía lo que pasaba. Mentiras mayores y mejores hemos escuchado y me asombra lo ramplona y cínica de ésta. Ratzinger ha pasado de ser cabeza de la sección de la iglesia romana que estaba perfectamente al tanto de denuncias y de su mano salió una ordenanza que obligaba a todos los miembros de la iglesia a guardar cómplice silencio ante las denuncias. Resulta ahora que Sinead O´Connor, esa cantautora de cabeza rapada y belleza vocal alucinante, que en un arrebato de protesta rompió la fotografía del pontifice en un programa de televisión, fue una verdadera pionera y no la loca extravagante que trató de pintar el Vaticano. Aquí les dejo el vídeo de la canción que la irlandesa interpretó en Saturday Night Live subtitulada al castellano para que vean la crudeza de la letra y la actitud decidida e iracunda O´Connor. Igualmente les copio una carta enviada en estos días por la mismísima Sinead O´Connor desde Irlanda ratificando sus denuncias y reivindicando nuevamente su actitud.

CARTA ABIERTA DE SINEAD O´CONNOR

· Cuando era niña, Irlanda era una teocracia católica. Si se acercaba un obispo por la calle, la gente se apartaba para dejarle paso. Si asistía a un acontecimiento deportivo, el equipo se aproximaba a arrodillarse y besarle el anillo. Si alguien cometía un error, en vez de decir “Nadie es perfecto”, decíamos “Podría pasarle hasta a un obispo”.

Esta última frase era más certera de lo que imaginábamos. Hace unos días, el papa Benedicto XVI escribió una carta personal en la que pedía perdón -por decir algo- a Irlanda por los decenios de abusos sexuales a menores que cometieron unos sacerdotes en los que se suponía que debían confiar esos niños. Para muchos irlandeses, esa carta del Papa es un insulto no sólo a nuestra inteligencia, sino a nuestra fe y a nuestro país. Para entender por qué, hay que tener en cuenta que los irlandeses hemos sufrido una variante brutal del catolicismo basada en la humillación de los niños.

Yo lo viví en persona. Cuando era niña, mi madre -una madre maltratadora y todo lo contrario de lo que debe ser una buena madre- me animaba a que robara en las tiendas. En una ocasión me atraparon y pasé 18 meses en el Centro de Formación An Grianán, una institución para niñas con problemas de conducta en Dublín, por recomendación de una trabajadora social. An Grianán era una de las hoy tristemente famosas “lavanderías de las Magdalenas”, patrocinadas por la Iglesia, que albergaban a adolescentes embarazadas y jóvenes poco dóciles. Trabajábamos en el sótano, lavando la ropa de los curas en fregaderos con agua fría y pastillas de jabón. Estudiábamos matemáticas y mecanografía. Teníamos poco contacto con nuestras familias. No cobrábamos ningún sueldo. En mi caso, por lo menos, una de las monjas fue buena conmigo y me regaló mi primera guitarra.

An Grianán era un producto de la relación del Gobierno irlandés con el Vaticano; la Iglesia gozó de una “posición especial” recogida en nuestra Constitución hasta 1972. Todavía en 2007, el 98% de los colegios irlandeses estaba en manos de la Iglesia católica. Pero los colegios para niños difíciles han estado siempre plagados de castigos corporales salvajes, maltratos psicológicos y abusos sexuales. En octubre de 2005, un informe encargado por el Gobierno identificó más de 100 acusaciones de abusos sexuales cometidos por sacerdotes entre 1962 y 2002 en Ferns, un pueblo a unos 100 kilómetros al sur de Dublín. La policía no investigó a los sacerdotes acusados; se dijo que padecían un problema “moral”. En 2009, un informe similar involucró a los arzobispos de Dublín en la ocultación de varios escándalos de abusos sexuales entre 1975 y 2004.

¿Por qué se toleraba esa conducta criminal? Según el informe de 2009, el “importantísimo papel que ha desempeñado la Iglesia en la vida irlandesa es el motivo por el que se consintió que no se pusiera fin a los abusos cometidos por una minoría de sus miembros”.

A pesar de la larga relación de la Iglesia con el Gobierno irlandés, la carta en la que el papa Benedicto pide teóricamente perdón no asume ninguna responsabilidad por las infracciones de los curas irlandeses. Dice que, “antes, la Iglesia en Irlanda debe reconocer ante el Señor y ante otros los graves pecados cometidos contra unos niños indefensos”. ¿Qué hay de la complicidad del Vaticano en esos pecados?

En su texto, Benedicto da la impresión de que se ha enterado hace poco de los abusos y se presenta como una víctima más: “No tengo más remedio que compartir la desolación y la sensación de traición que habéis experimentado tantos de vosotros al saber de estos actos pecaminosos y criminales y de cómo se ocuparon de ellos las autoridades eclesiásticas en Irlanda”. Sin embargo, la carta de infausta memoria que envió Benedicto en 2001 a los obispos de todo el mundo les ordenaba guardar secreto sobre las acusaciones de abusos sexuales so pena de excomunión, es decir, actualizaba una perniciosa política de la Iglesia, expresada en un documento de 1962, que establecía que tanto los sacerdotes acusados de delitos sexuales como sus víctimas debían “observar el más estricto secreto” y “atenerse a un silencio eterno”.

Benedicto, entonces Joseph Ratzinger, era cardenal cuando escribió esa carta. Hoy, cuando ocupa el sillón de San Pedro, ¿vamos a creer que su opinión ha cambiado? ¿Y vamos a conformarnos ante las recientes revelaciones de que en 1996 se negó a destituir a un sacerdote acusado de haber abusado de hasta 200 niños sordos en el Estado norteamericano de Wisconsin?

La carta de Benedicto afirma que su preocupación es “sobre todo ayudar a sanar a las víctimas”. Sin embargo, les niega lo que podría sanarles: una confesión inequívoca del Vaticano de que ocultó los abusos y ahora está tratando de ocultar el ocultamiento. Asombrosamente, el Papa invita a los católicos a “ofrecer vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de las Escrituras y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia de Irlanda”. Y sugiere, cosa aún más asombrosa, que las víctimas irlandesas pueden sanar acercándose más a la Iglesia, la misma Iglesia que exigía votos de silencio a los niños víctimas de los abusos, como ocurrió en 1975 en el caso del padre Brendan Smyth, un sacerdote irlandés que más tarde acabó en la cárcel por delitos sexuales repetidos. Muchos irlandeses, cuando se nos pasó la risa, nos dijimos que la idea de que necesitamos la Iglesia para aproximarnos a Jesús es una blasfemia.

Para los católicos irlandeses, lo que insinúa Benedicto -que los abusos sexuales en Irlanda son un problema irlandés- es arrogante y blasfemo. El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que le invocan con tanta frecuencia.

Los católicos irlandeses tienen una relación disfuncional con una organización que comete abusos. El Papa debe hacerse responsable de las acciones de sus subordinados. Si hay sacerdotes católicos que abusan de los niños, es Roma, y no Dublín, la que debe responder de ello, con una confesión inequívoca y sometiéndose a una investigación criminal. Mientras no lo haga, todos los buenos católicos -incluidas las ancianitas que van a misa todos los domingos, no sólo los cantantes protesta como yo, a quienes el Vaticano puede ignorar sin problema- deberían dejar de acudir al templo. Ha llegado la hora de que en Irlanda separemos a nuestro Dios de nuestra religión y nuestra fe de sus supuestos dirigentes.

Hace casi 18 años, rompí una fotografía del papa Juan Pablo II en un episodio de Saturday night live. Muchos no entendieron la protesta; la semana siguiente, el presentador invitado del programa, el actor Joe Pesci, dijo que, si hubiera estado presente, me “habría dado una bofetada”. Yo sabía que mi acción iba a causar problemas, pero quería provocar un debate necesario; ese es uno de los ingredientes de ser artista. Lo único que lamenté fue que la gente pensara que no creía en Dios. No es verdad, en absoluto. Soy católica de nacimiento y cultura, y sería la primera en presentarme a la puerta de la iglesia si el Vaticano ofreciera una reconciliación sincera.

Mientras Irlanda soporta la ofensiva carta con la que Roma pide perdón y un obispo irlandés dimite, pido a los estadounidenses que comprendan por qué una mujer católica irlandesa que sobrevivió a los malos tratos de niña pudo querer romper la foto del Papa. Y que piensen si a los católicos irlandeses, por no atrevernos a decir “merecemos algo mejor”, se nos debe tratar como si mereciéramos algo peor.

© Sinead O’Connor, 2010

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. Tomado de EL PAÍS

02 abril, 2010

LOS AVATARES DE UN LOBO DOMESTICADO

Alguien dijo alguna vez, que en América Latina los monumentos deberían ser hechos con ruedas. Los vaivenes políticos se pueden leer también en los desplazamientos de ciertas esculturas y quizá el caso más significativo sea el monumento atribuido a Francisco Pizarro que mudó varias veces su residencia hasta llegar al Parque de la Muralla en Lima. En Arequipa tenemos el caso de la estatua de san Francisco. Originalmente se encontraba en el atrio de la iglesia flanqueado por las figuras de un lobo manso y una garza, correspondientes a la mitología de mansedumbre franciscana. El parque que está frente al templo de la Tercera Orden asumió, en el siglo XX, el nombre de "28 de Febrero" en honor a la revuelta que Sanchez Cerro encabezara y que terminó con el gobierno de Leguía. Casi 40 años más tarde, el parque recuperaría el nombre de san Francisco y el obelisco anterior fue reemplazado por la estatua del santo de Asís, ya sin los animales que lo acompañaban. Junto con el obelisco el parque perdió una atmósfera encantadora dada por una serie de piletas con sapitos de bronce y unas candorosas estatuas de cupidos regordetes y sonrientes. En las caras del pedestal se colocó la archifamosa oración franciscana "Señor... haz de mí un instrumento de tu amor" que fue perdiendo letras con el tiempo. Luego, el parque fue remodelado otra vez y la estatua de Francisco fue a dar al techo de la iglesia, en un ángulo casi imperceptible para el resto del mundo. El parque sufrió otra transformación, se le añadieron esas horrorosas rejas que supuestamente tenían que proteger las bases de los impresionantes contrafuertes de las úricas descargas de los jóvenes parranderos que los fines de semana pululan por los alrededores. La estatua de San Francisco regresó a su emplazamiento original, en una esquina del atrio de la iglesia. Se le volvieron a colocar sus acompañantes, el lobo y la garza; por desgracia ésta última ha desaparecido a pesar de las rejas, sin embargo el lobo aún tiene su actitud obediente y humilde. Aquí les dejo unas tomas realizadas ayer, jueves santo. (Todas las fotografías: Jorge Bedregal La Vera)




San Francisco en su emplazamiento original en una esquina del atrio



El lobo franciscano, con la actitud de bestia domada por el amor, según la mitología del santo italiano



La noche cae sobre la plaza



La plazoleta en pleno jueves santo. Nótese la ausencia de la garza a los pies de san Francisco

Restos de las patas de la garza que junto con el lobo, acompañaban al santo ecologista. (Foto: Verónica García Jarufe)

Escena del interior del templo de san Francisco