Yura está grabada en la memoria de cada arequipeño como el lugar que alberga los recuerdos de largos y agotadores paseos infantiles. Es también lugar entrañable porque allí se embotella la gaseosa más consumida y preferida por los arequipeños: "Kola Escosesa". Pero Yura es también la imagen del olvido y la indiferencia, de la decadencia y el desconocimiento.
En los años 70´ del siglo pasado, Yura fue cubriéndose con el polvillo color muerte que vomitaba la chimenea principal de la fábrica de cemento. Pasó de ser el balneario sofisticado y cálido, ubicado en un estrechísimo valle que se burlaba de la sequedad del desierto circundante, a formar parte de la esterilidad que emanaba de la mencionada fábrica. Poco a poco Yura fue significando decadencia, pérdida irremediable, muerte. Solo llegaban a su mundo surrealista los camioneros que distribuían la gaseosa indicada o las toneladas de piedra laja que cubren muchos edificios de Arequipa y alrededores.
Lo que muy pocos arequipeños saben es que Yura tiene muchas cosas más que las aguas termales o la esterilidad del desperdicio de la fábrica de cemento. El valle de Yura alberga muchos restos arqueológicos que van desde ciudadelas y templos, hasta cuevas con pintura rupestre. También se puden encontrar en sus alrededores, amplios depósitos de fósiles y allí se halló hace algunas décadas, varios esqueletos de megaterios, esos gigantescos perezosos que vagaban por entornos que hace miles de años eran mucho menos desérticos. El valle de Yura, cálido y amable, durante el siglo XIX y la primera mitad del XX fue refugio de muchos políticos e intelectuales e incluso algunos presidentes pasaban sendos meses remojándose en sus aguas. Igualmente, muchos prohombres de la república, empresarios y aristócratas que tenían la desgracia de tener algún vástago alérgico o asmático, pasaban meses enteros en la esperanza que las casi milagrosas aguas curaran sus males.
Actualmente se nota que hay un esfuerzo serio para recuperar Yura. La fábrica de cemento que durante tantos años envenenó todo lo que había en los alrededores, ya no bota esa columna de polvo maligno. El hotel de turistas, de magnífica arquitectura (que los rumores le atribuían ser el refugio erótico de Fujimori en apasionadas escapadas), ha reabierto sus puertas y ha intervenido en la rehabilitación de todas las piscinas. Se ve el ambiente relativamente limpio y la cantidad de coches y camionetas que saturan su estrecha vía los fines de semana es indicador que el valle como destino de recreo, promete y mucho.
Es necesario hacer un inventario de sus atractivos (posee la única iglesia completamente construída con sillar rojo de toda la región), que van desde las espléndidas casonas hasta las canteras de piedra laja, las piscinas de aguas termales y los paseos por entre cerros y desierto. Los arequipeños tenemos que reconquistar esa parte de nuestro mundo y hacer de Yura lo que fue durante mucho tiempo, un lugar de aprendizaje, de solaz, de recreo y de belleza.
En los años 70´ del siglo pasado, Yura fue cubriéndose con el polvillo color muerte que vomitaba la chimenea principal de la fábrica de cemento. Pasó de ser el balneario sofisticado y cálido, ubicado en un estrechísimo valle que se burlaba de la sequedad del desierto circundante, a formar parte de la esterilidad que emanaba de la mencionada fábrica. Poco a poco Yura fue significando decadencia, pérdida irremediable, muerte. Solo llegaban a su mundo surrealista los camioneros que distribuían la gaseosa indicada o las toneladas de piedra laja que cubren muchos edificios de Arequipa y alrededores.
Lo que muy pocos arequipeños saben es que Yura tiene muchas cosas más que las aguas termales o la esterilidad del desperdicio de la fábrica de cemento. El valle de Yura alberga muchos restos arqueológicos que van desde ciudadelas y templos, hasta cuevas con pintura rupestre. También se puden encontrar en sus alrededores, amplios depósitos de fósiles y allí se halló hace algunas décadas, varios esqueletos de megaterios, esos gigantescos perezosos que vagaban por entornos que hace miles de años eran mucho menos desérticos. El valle de Yura, cálido y amable, durante el siglo XIX y la primera mitad del XX fue refugio de muchos políticos e intelectuales e incluso algunos presidentes pasaban sendos meses remojándose en sus aguas. Igualmente, muchos prohombres de la república, empresarios y aristócratas que tenían la desgracia de tener algún vástago alérgico o asmático, pasaban meses enteros en la esperanza que las casi milagrosas aguas curaran sus males.
Actualmente se nota que hay un esfuerzo serio para recuperar Yura. La fábrica de cemento que durante tantos años envenenó todo lo que había en los alrededores, ya no bota esa columna de polvo maligno. El hotel de turistas, de magnífica arquitectura (que los rumores le atribuían ser el refugio erótico de Fujimori en apasionadas escapadas), ha reabierto sus puertas y ha intervenido en la rehabilitación de todas las piscinas. Se ve el ambiente relativamente limpio y la cantidad de coches y camionetas que saturan su estrecha vía los fines de semana es indicador que el valle como destino de recreo, promete y mucho.
Es necesario hacer un inventario de sus atractivos (posee la única iglesia completamente construída con sillar rojo de toda la región), que van desde las espléndidas casonas hasta las canteras de piedra laja, las piscinas de aguas termales y los paseos por entre cerros y desierto. Los arequipeños tenemos que reconquistar esa parte de nuestro mundo y hacer de Yura lo que fue durante mucho tiempo, un lugar de aprendizaje, de solaz, de recreo y de belleza.
me parecen muy buenos los datos que proporcionas,y muy interesantes las pautas que das. Yura es tradicion no la descuimos y no la olvidemos.
ResponderEliminarme parecen muy buenos los datos que proporcionas,y muy interesantes las pautas que das. Yura es tradicion no la descuimos y no la olvidemos.igi
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