El complejo arquitectónico de San Francisco en Arequipa comprende la iglesia del mismo nombre, una delicada y encantadora plazoleta, varias estructuras coloniales a su alrededor, como la casa del Cacique de Arequipa, el Fundo del Fierro, que fue primero "Colegio de Educandas" y luego cárcel (curiosa mutación de unas instituciones que se encargaban de reproducir las estructuras sociales y simbólicas de la época en una temible trama de autoritarismo, machismo, racismo y demás ismos) y actualmente feria artesanal, el Pasaje del Manguillo y el templo menor de la Tercera Orden Franciscana.
La mayor parte de arequipeños desconocemos porque se llama así este templete de líneas austeras y contrafuertes reforzados. Resulta que la orden franciscana fue diseñada con tres niveles: la primera orden, masculina; la orden de las clarisas, femenina y la "tercera orden", especialmente diseñada para los ejercicios espirituales de laicos.
La orden franciscana es uno de los grupos religiosos sobrevivientes de la farragosa vida medieval. Considerados ellos mismos (y algunas de sus facciones) como abiertamente heréticos, una bula papal los salvo de caer en las mazmorras de la inquisición.
Uno de sus rasgos principales es la austeridad y la pobreza, verlos descalzos, por ejemplo, no es inusual y al contrario de otras órdenes religiosas, tanto el lujo como el boato son menos evidentes.
Esto también pude verse en la arquitectura. En Arequipa, tanto la Iglesia como el Templo menor son más bien sobrios, sin el recargado ajuar escultórico de las otras agrupaciones. Sin embargo, ocupan un lugar en el paisaje urbano arequipeño muy especial. Al final de la calle del mismo nombre, la iglesia de San Francisco esta prácticamente cerrando la muralla colonial arequipeña, es decir, fue ubicada estratégicamente entre la población india del valle (San Lázaro, donde se establecieron los primeros españoles) y el damero de la ciudad.
El ajuar religioso del Templo de la tercera Orden actualmente se exhibe en parte en un muy modesto museo que acaba de abrir sus puertas a los visitantes. Entre lo que se muestra tenemos magníficas esculturas, unas decenas de cuadros de la escuela cusqueña, algunas imágenes llamativas como la de la Virgen de Chapi (que algunas lenguas refieren ser la escultura original, siendo la que se conserva en el santuario una copia).
Es interesante ver el claustro, que en realidad es una miniatura al lado de otros claustros similares en la ciudad y por eso aún más encantador. Tiene también una modestísima biblioteca y el ropero completo de la virgen de Chapi, joyas incluidas. Felizmente el costo de la entrada es modesto, y la visita resulta encantadora. Fotos: Jorge Bedregal La Vera
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