Como ya había anotado en una entrada anterior, el Monasterio de Santa Catalina de Arequipa tiene un encanto especialísimo. Es el único monasterio del mundo que es una ciudadela en sí, con calles, plazas, casas con fachada a la calzada, todo en un ambiente arquitectónico donde el tiempo se ha detenido en el siglo XVII. He paseado cientos de veces (sin exagerar) por sus laberínticas callejuelas y siempre encuentro rincones que no habia visto antes. Esta visita relámpago la hice con una muy querida amiga al atardecer y los colores y las formas tomaron nuevos matices. Aquí una breve selección de tomas de esa visita.
(Todas las fotografías: Jorge Bedregal La Vera) Mensaje que despedía a las novicias que ingresaban al convento de un mundo de ruidos y voces para entrar a un limbo de silencio y clausura Monumental ambiente que era el dormitorio comunal y que hoy guarda una valiosísima colección de arte colonial. El color ocre es representativo. Galería que lleva del claustro de las novicias al convento, durante años, las novicias pasaban sus largas horas en contemplación y oración, caminado alrededor del pequeño patio rezando interminables rosariosColumnata del Patio de los Naranjos
Primoroso batán, desgastado por los siglos de uso contínuoVentana de una celda que es adornada con un tímido geranio enmarcado por el azul de esa parte del convento
El "De Profundis", velatorio de las monjas y su tenebroso ambienteHorno de pan en cocina de celdaEl humo de siglos de cocinar con leña adosado para siempre en los viejos murosPreciosa gárgola en las inmediaciones del cementerio del conventoCallejuela y celdas
La verdad es que sobrecoge por su quietud, su paz, su silencio...Lugar adecuado para el recogimiento, la reflexión, la vida interior. Si no fuera por lo que tiene de renuncia del mundo, sus placeres y alegrías, sería un sitio ideal para retirarse al menos una temporada.
ResponderEliminarUn saludo.
Que suerte tienes Jorge de tener ese monasterio en tu ciudad y poder ir cientos de veces. Yo haría lo mismo. La verdad es que puedes ir en épocas de poco turismo y no tener que soportar las masas de curiosos. La verdad es que es de varias visitas porque la primera apenas se aprecia debido a la rapidez de las guías charlando. Te envidio de poder pasear por esa miniciudad tan silenciosa. Yo tuvem ue seguir a la guía y por falta de tiempo no pude seguir a mi ritmo. Además como conocedor de España que eres, imagino te traerá recuerdos de tus andanzas juveniles por la Península.
ResponderEliminarQué buenas tomas, Jorge. Esos rincones tan bellos del Monasterio no las había visto en ninguna galería.
ResponderEliminarSaludos.
Jorginho, hola, recién pude entrar a revisar mi blog y encontré que habías escrito sobre el monasterio, las fotos estan re lindas y gracias por el paseo relámpago.
ResponderEliminarUn beso enorme!!!
Realmente, mi Jorgis querido, tienes ojos en el alma. ¡Qué lindas fotos!
ResponderEliminarY el Perú es una maravilla.
Alan, no. Jé!
Abrazos
Hermoso el lugat y maravillosos los colores. Si nos pudiéramos situar en su época de esplendor, resulta fácil comprender el sobrecogimiento que debía producir entre la gente humilde. Hoy, aun sabiendo lo que significan esos muros, no deja de impresionarnos su belleza.
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