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19 enero, 2010
NUESTRA DEUDA CON HAITÍ
Los medios han publicado una serie de reportajes apocalípticos luego del terrible sismo que azotó Haití hace una semana. Las escenas no pueden ser más dramáticas, los sobrevivientes de la tragedia enfrentan el drama terrible de la falta de agua, de alimentos y de Estado. La violencia es cada vez mayor en un país donde la paz no ha reinado casi nunca. El país más pobre del continente es ahora un agónico intento societal que no podrá sobrevivir sin la ayuda de los demás países. La hipótesis que Haití ya no existe más es cada vez más fuerte y el pesimismo cunde en todas las esferas de la opinión pública internacional.
Sin embargo el tamaño de la tragedia oculta una realidad más bien perversa y es que este país, formando parte de nuestro continente, compartiendo isla con la visitadísima República Dominicana (gran destino turístico para los colegios "in" de todo el continente), es practicamente un verdadero y total desconocido para todos. Las únicas informaciones que solemos recibir de esta convulsionada tierra es que o hay una dictadura ladrona y asesina o cada vez es más ingobernable el país, cundiendo la violencia y el desgobierno por doquier. Desde hace muchos años, tropas internacionales de la ONU (los Cascos Azules, donde hay un contigente permanente de Perú) tienen el papel de mantener cierta calma en un verdadero polvorín.
Ahora es la destrucción, la muerte, la miseria, el hambre y la desolación lo que nos llega de Haití. pero es importante que reconozcamos que, particularmente América Latina, tiene una deuda histórica muy grande y muy poco reconocida con este país y sus habitantes. Cuando se habla del período de la independencia en lo que fue la América Hispana, pocos recuerdan (o saben) que el primer proceso de descolonización más grande, masivo e importante de la historia se inició (cronológica y políticamente) precisamente en la parte francesa de la isla de Santo Domingo. Tampoco se menciona que esta revolución anticolonial no fue producto de las mentes ilustradas y peinadas con la gomina criolla, sino que fue ideada, luchada y conseguida por negros esclavos que leyeron bien y rápidamente, los mensajes de una revolución burguesa francesa que no los incluyó como ciudadanos porque no los consideraba seres humanos.
Ahora que Haití nos duele y vemos lo que décadas de tiranía y corrupción han provocado en sus habitantes (no sólo el sismo como hipócritamente quieren pintar algunos políticos actuales), y la indiferencia de sus vecinos; es urgente que repensemos la comunidad internacional y la necesidad de que hallemos mecanismos para que cualqueir desastre, natural o humano (que son los peores), no implique la desaparición de una nación ni el sufrimiento de inocentes.
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