05 diciembre, 2009

DE UN CANTOR A OTRO

La muerte de Víctor Jara, icónico representante de la música contemporánea latinoamericana; a manos de la junta militar de gobierno presidida por Pinochet en 1973 constituye uno de los argumentos irrefutables de que toda dictadura es mala por definición. Jara, íncansable compositor y prolijo recopilador de música popular, tuvo una vida corta pero intensa. Su carisma, sus entrañables interpretaciones y su fuerza compositora fueron cortados de cuajo por las manos asesinas de una dictadura brutal que aparte de Víctor Jara, asesinó, torturó, desapareció, encarceló o exiló a miles de chilenos demócratas en uno más de los momentos de vergüenza que tiene nuestra historia continental. El texto a continuacíón está escrito por un cantautor que también supo de dictaduras y sus perversidades. Serrat tiene la dimensión moral como para intentar dar un homenaje a otro gigante.

Tomado de El País.- Escrito por Joan Manuel Serrat.-



Este sábado entierran a Víctor Jara por segunda vez. Quien amó tanto la vida, treinta y seis años después, vuelve a pasear su muerte. A quien dice: Dejad en paz a los muertos, les respondo: ¿están los muertos en paz? ¿Estamos en paz con ellos?. Desde los suburbios de Santiago, desde la falda de su madre, cantora, desde los sueños de su pueblo con los que aliñaba sus canciones, Víctor Jara, como Margot Loyola, Violeta Parra o Héctor Pávez, recopiló y revalorizó los cantos campesinos. Su profunda identificación con el pueblo fue casi mística. Como la Violeta, que le mostró el camino, vivió con ellos, se hizo piel y sangre de ellos para, desde el hombre provinciano, alcanzar lo universal y de forma irrevocable, con profundas convicciones, asumir su condición de artista comprometido. Así fue hasta que acallaron brutalmente su voz el 16 de septiembre de 1973 y algo quedó truncado para siempre. Este sábado vuelven a enterrar a Víctor Jara. A diferencia de la primera vez en la que Joan Turner, su mujer, depositó sin responsos, a escondidas, sus maltratados restos en un nicho del Cementerio General de Santiago apenas acompañada por un amigo y el funcionario que reconoció el cadáver en la morgue, serán miles los que estarán a su lado. Ahí se han de juntar los viejos compañeros de lucha, supervivientes de la dictadura y del exilio con muchachas y muchachos que han crecido llevando sus canciones en la boca. Habrá hijos de reprimidos pero también de represores. Llegarán obreros de las poblaciones y campesinos de los valles a unirse a los mineros que, oliendo a cobre, bajarán desde Calama. Mujeres y hombres de toda condición irán de la mano recordando a Amanda. Esta vez Joan Turner no caminará sola. A su lado marchará una multitud que, nadie lo olvide, treinta y seis años después del crimen, sigue clamando justicia

1 comentario:

Cayetano dijo...

¡Qué lastima de Víctor Jara! Tuvo un final terrible y cruel a manos de los salvajes que acabaron con el estado de derecho.
Veo que traes a mi compatriota Serrat. Una gran persona, además de buen músico y mejor letrista.
Un saludo.